MARTA
Y SAVANA
Un viaje por los cuatro mundos
ESTER TORRELLA YAGÜE
A Hermes, guía y conductor del viaje a través
de los mundos interiores.
A Marta, emisaria de incógnito de las Musas.
MARTA
Y SAVANA
Un viaje por los cuatro mundos
Marta
era una niña muy alegre y vivaz
que vivía con su familia en un pequeño pueblo situado en
lo alto de unas lejanas montañas. Cuando cumplió los doce
años, sus padres le regalaron una preciosa yegua blanca. Ella
amaba mucho a los caballos y hasta donde alcanzaba su memoria, había
estado soñando con el día en que podría tener una
yegua como aquella, para ella sola. Incluso ya tenía pensado el
nombre que le pondría. Le llamaría Savana, le encantaba
aquel nombre.
Cuando Marta
vio a Savana, unas lágrimas de felicidad se escurrieron
por sus mejillas y presa de una repentina agitación nerviosa,
sin pensárselo dos veces, dio un gran salto sobre la grupa
de la yegua, y en poco tiempo se perdió en la distancia, galopando
como si de una experta amazona se tratara.
La niña dedicaba varias horas al día a peinar la blanca
crin de la yegua y cepillaba con energía su piel, que lucía
sana y lustrosa bajo los rayos del sol.
Marta y Savana, llegaron a ser grandes
amigas en muy poco tiempo. Parecía
que se conocieran de toda la vida, y su compenetración era tal,
que incluso podían leerse el pensamiento. Eran felices sintiendo
el contacto de sus cuerpos que subían y bajaban juntos al ritmo
del galope y descubriendo nuevos caminos por donde pasear y disfrutar
de los paisajes que la naturaleza les ofrecía.
Un día como tantos otros, mientras Marta contemplaba en silencio
la belleza de las tranquilas aguas del lago cercano a su pueblo, una
idea brillante se coló entre sus pensamientos, iluminando la expresión
de su cara.
–
Querida Savana, me gustaría saber de qué está hecho
todo lo que vemos. ¿Tú me lo podrías explicar?
Savana se puso en marcha mientras meditaba
una buena respuesta para aquella inesperada pregunta y cuando creyó que ya la tenía, se
paró y le contestó.
–
Mira, Marta, todo lo que tus ojos pueden ver, e incluso lo que no pueden
ver, está hecho de la combinación de elementos que pertenecen
a cuatro mundos: el del agua, el del aire, el del fuego y el de la tierra.
En cada uno de ellos viven seres particulares, gobernados por un dios.
–
¿Y tú podrías acompañarme a visitar esos
mundos? –le preguntó Marta– Hasta ahora nadie me había
hablado de ellos y tengo mucha curiosidad por conocerlos.
–
De acuerdo –contestó Savana–, podemos intentarlo.
Es una aventura grande y arriesgada esta que me propones. Tendremos que
atravesar lugares desconocidos y quién sabe si peligrosos. Quizás
tardemos mucho tiempo en regresar a casa. ¿Estás dispuesta
a ir a pesar de todo?
–
Por supuesto que sí –dijo Marta sin pensárselo dos
veces– Tú y yo juntas somos como una sola cosa, me siento
segura a tu lado y no tengo ningún miedo.
Savana reflexionó durante unos instantes antes de volver a ponerse
en marcha y por fin tomó una decisión.
–
De acuerdo querida amiga, empezaremos por sumergirnos en las aguas del
lago para visitar el mundo del agua. Túmbate encima de mí y
tápate la nariz. Cuando estemos bajo el agua podrás respirar
sin ninguna dificultad.
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