Marginalia. Novela desconocida - Contracultura - Literatura Marginal.
 

ISLAS SIMBOLICAS
Montjuïc - Mallorca - Buda
Islas Simbólicas
MIREIA VALLS

Montjuïc y la Alquimia (y 3)

Musas, música, museo… Ellas son las diosas de la auténtica comunicación, la que enfila a otros parámetros y engarza las sutiles consonancias, y también disonancias, de todas las esferas planetarias. No estos pequeños aparatos que manipulan los miles de ejecutivos que hoy han invadido los pabellones de la Avenida Mª Cristina a raíz del congreso mundial de telefonía móvil; son multitud, con sus impecables trajes oscuros y camisa blanca –la corbata optativa–, y la cinta rosa al cuello con la prestigiosa tarjeta de acreditación. ¡Así atan el mundo a lo múltiple y disperso, los grandes comunicadores de la incomunicación!

Más, mucho más poderosa y real es la comunión con las ideas invisibles. Las nueve hijas de Mnemosine son las inspiradoras, las que tienden al artista las escalas que remontan a otros mundos, los aspiran y conducen por parajes ordenados, ritmados y jerarquizados; y luego los retornan fecundados de unos tonos y colores que devolverán con maestría en sus versos y poemas, pinturas, esculturas, construcciones, diseños, jardines, músicas, y en cualquier gesto arquetípico que imite al del Demiurgo.

El Arte 20 es una puerta abierta al extenso mar del alma, y el puente que la religa a su principio; una forma de ver y oír, percibir y pensar, o sea ser, presidida por la analogía y la magia de la concatenación; el rito por el que la Memoria se actualiza y el universo se regenera.

Y el artista, habitante de la isla, es un teúrgo, un ensamblador cósmico y diestro navegante de las procelosas aguas –y a veces calmas–, de la psiquis. Un paciente alquimista que se sabe sujeto y objeto de la transmutación, conocedor de la rueda de los elementos y de los procesos de disolución y coagulación. Un diestro jardinero del vergel interno que ama su oficio y lo cultiva con ardor. Un obstetra que pariéndose a sí mismo coadyuva al reverdecer del universo. Y un amante de las ideas que cobran vida en sus invocaciones, así como un loco de amor que se deja raptar por el furor poético inspirado por las Musas, y también atravesar por las saetas de otros dioses, como las de Baco, promotor de los misterios de la iniciación. Luego las de Apolo, revelador del Esplendor y la Belleza, adivino que devela todas las facetas de la deidad; y por fin las flechas de Afrodita, diosa del Amor y de la unión suprema. En el centro nodal del ser, Eros es la argamasa del alzado cósmico y con el auxilio de Cupido, penetra corazones que aceptan sin condiciones el sacrificio inherente a la deificación.

En la montaña cósmica se oyen los susurros inaudibles de las Musas por todos sus rincones, y se dice que también se las encuentra en su morada, el Museo. Aquí, en la isla, hay varios, 21 arcas repletas de símbolos, que sólo la visión profana y dual los considera almacenes de reliquias del pasado.

El vestíbulo del MNAC distribuye como un tronco sus ramajes, y ofrece recorridos varios por sus salas, a esta hora muy vacías, apenas unos cuantos turistas con audífonos focalizando la atención, ora en un cuadro luego en el otro, analizando, comparando, diseccionando o juzgando, aplicando aquella forma de mirar y de pensar en la que hemos sido entrenados. Pero el isleño ha despertado y encarna una visión mucho más suelta y espontánea, directa, intuitiva y unitiva, y se pasea por las estancias en las que espejo tras espejo va reconociendo todas las facetas de sí mismo: la de ángel y demonio; la de rey, mendigo o caballero; dios o mortal; dragón o serafín; vivo o muerto y también resucitado.

Se diría que la historia se congela en esa piedra, mármol o cristal; en la arcilla, lienzo, bronce, o cualquier otro material. Pero esos cuerpos aparentemente inertes cobran vida e insuflan su poder evocador si contemplador y contemplado se unifican en la contemplación; si se vivifica la energía de la que son depositarios y emisores, en el acto de conocer. Y así uno se identifica ora con la lanza o la vasija, con la cruz, la columna o capitel, la joya o la lápida, el retablo, el libro o la escultura. 22

Un museo no narra la historia del hombre y su devenir, que también, sino el ser del mundo y del hombre en lo Eterno.

Y además, la obra de arte es mucho más que su apariencia: las invisibles proporciones subyacentes, las relaciones numéricas, el equilibrio de fuerzas, la jerarquía y su despliegue; también las ideas previas a cualesquiera de las formaciones sutiles, los arquetipos universales, así como la Inteligencia y Sabiduría que concibe, diseña y proyecta todas las posibilidades supraformales. Y, en fin, el punto virtual e invisible que es origen y destino de cualquier manifestación.

Si esto se pretende consumir, la indigestión puede ser brutal, pero si se va bebiendo como vino añejo, la cálida embriaguez afina los velos de la conciencia y el todo vuelve a manifestarse bajo los múltiples ropajes cromáticos nacidos de un blanco procedente del negro más negro de los negros.

Parece que hoy no cierran el Museo, porque en su sala oval se prepara un gran evento, la cena de despedida de "los incomunicados".

Para evitar la marabunta hay una escalera lateral en el exterior del palacio que desciende por una zona de matorrales y árboles descuidados, llena de escombros, harapos e incluso mantas y colchones. Algunos viven por este arrabal medio perdido, algunos que se apartaron o fueron apartados del mundo. Los tildados de perdedores.

Y los amantes de Sophia, los auténticos artistas ¿cuál es su lugar en el mundo? Este rasante y literal, bien poco les interesa, y los otros mundos que ellos habitan y cantan son despreciados por la mayoría; por eso no se los estima, más bien se los difama, traiciona y rechaza, cual si fueran lobos pestilentes. Pero sus guaridas subterráneas conectan secretamente con los pasadizos que llegan al centro del mundo, al Agartha.

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Los hijos de la luz tienen una marca invisible en la frente, como la de esos cofrades romanos, los Lupercos, que el día de San Valentín desfilaban desnudos alrededor del Palatino con una piel de cabra 23 en las manos con la que azotaban a las mujeres, fecundándolas. Antes, un sacerdote les había hecho la señal con la sangre de ese animal inmolado (también un perro24 era sacrificado), que luego borraba con lana impregnada en leche. La ceremonia se desarrollaba en el santuario de Fauno Luperco, en la vertiente noroeste del Palatino. Rito de invocación de la Luz, asimilada a la Sabiduría y a uno de sus emisarios, el dios del rayo diamantino y del trueno, Júpiter, el Zeus griego, dos de las culturas, la griega y la romana, que igualmente poblaron estas tierras insulares, civilizándolas.

El ladrido de un perro despierta en esta mañana de sol radiante. Para ascender a la ladera noroeste del monte de Jove o Júpiter –deidad que se dice era adorada en Montjuïc– puede también accederse desde las bulliciosas calles de Sants hasta unas callejuelas que marcan otra de las líneas invisibles del dominio mágico-teúrgico, frontera aquí con nombres de flor:25 loto, jazmín y dalia; parajes de tiempo detenido, que como pompas de jabón se elevan al infinito, y al estallar, retornan a tierra firme, al amplio y señorial paseo del Marqués de Comillas. Un lugar singular se construyó en esta avenida en 1929 con motivo de la Exposición Universal: el "Pueblo Español".

El visitante es recibido por la "Casa del Sol", lo que evoca aquella utopía Renacentista de Campanella,26 la Ciudad del Sol, que reproduce una urbe cósmica ubicada en una isla en la que acontece toda la teofanía, y donde sus habitantes laboran con el soporte de las Artes Liberales, y viven bajo el influjo y armonía de las órbitas planetarias y el movimiento zodiacal, o sea, regidos por las leyes cósmicas que conocen y estudian todo el tiempo. Uno de sus ámbitos concéntricos está signado por Júpiter, deus pater, numen dador de la vida, luego de la luz de la Verdad, cuyo homólogo en el inframundo es Vulcano, el forjador del fuego interno, conocido en Grecia como Hefesto, el deforme hijo de Hera engendrado sin mediación de unión amorosa, como Caín, el vástago de Eva concebido por el influjo directo del Angel de la Luz. En la crátera de Hefesto se fraguan los rayos27 de Zeus, las flechas de Apolo y Artemisa,28 las armas de los héroes; lanzas, saetas y espadas con las que todos los isleños libran la guerra vertical en pos del Conocimiento.

La extraña conjunción de este recinto, con los caserones más representativos de distintas ciudades y pueblos de España, alberga talleres de numerosos artesanos, conocedores de oficios que se apoyan en las Artes del número, la proporción y la geometría,29 así como en la transmutación operada en la rueda de los cuatro elementos por intermediación de los tres principios universales.30

Un sonido metálico y rítmico salido de uno de esos recintos llama, atrae.31 Dentro, un enorme horno con un fuego cristalino preside toda la estancia, y alrededor, varios hombres diestros soplan y manufacturan vidrio. ¡La fragua de Vulcano!

Una larga barra de metal se introduce en el athanor, del que se saca en el extremo una bola incandescente del material viscoso, que se desparramaría a no ser por la constante rotación del eje manejado con destreza por el artesano. Uno de los sudorosos oficiales, con la ayuda de unas tenazas, estira el vidrio por una punta sin dejar de girar, e invirtiendo el eje, el fluido se va trenzando en el aire; lo coloca acto seguido sobre una mesa, donde un molde en forma de "eses" le hace adoptar una silueta serpentina, pasando en unos instantes del rojo vivo al sólido transparente.

¡Las sierpes del caduceo hermético! Símbolo en el que el isleño, como alquimista que también es, se reconoce. Y tal como versa la Tabla de Esmeralda: "Separa la Tierra del Fuego, y lo sutil de lo grueso, suavemente y con todo cuidado. / Asciende de la Tierra al Cielo, desciende de nuevo a la Tierra, y une los poderes de las cosas de arriba y de las de abajo. / De este modo poseerás la gloria del mundo entero y toda oscuridad se alejará de ti. / Esta es la fuerza de todas las fuerzas, pues vence todo lo que es sutil y penetra todo lo que es sólido. / De esta manera fue creado el mundo. / Por ello, se obrarán así aplicaciones prodigiosas, cuyos medios se hallan aquí establecidos".32

Otro menestral de calva bruñida modela pequeñas esferas, remojando primero con agua el punto de contacto entre el vidrio y la barra. Conjunción de los opuestos. Un tercero con pañuelo en la cabeza graba e inscribe pequeñas piezas; y así hasta completar un cuadro de diez33 obreros, que conversan entre ellos, sin detener la tarea ni un momento, bajo la atenta mirada del encargado que con impoluto traje de trabajo saborea un cigarrillo. Cada gesto es muy preciso: rotar, soplar, cortar, picar, grabar. Una obra recia y a la vez muy delicada, en la que el error puede costar muy caro: quemaduras dolorosas, profundas heridas y tentaciones de abandono, grandes trampas todas ellas que pretenden abortar el proceso de la Gran Obra. Mas el alquimista sabe que la materia prima siempre puede ser devuelta al fuego purificador, que funde o separa las escorias, y alumbra una nueva posibilidad de ser el sujeto y el objeto de la transmutación; y así grado tras grado, sin descuidar nunca el mantenimiento de la llama, se promueve la sutilización hasta la transformación final.

Por el camino del Polvorín que arranca un poco más allá del "Pueblo Español" se llega a la Zona Franca, donde todos los nombres de las calles aluden a la minería y la metalurgia: la del fuego, del plomo, del estaño, del hierro, del mercurio. Metales vistos como los astros en las entrañas de la tierra, que llevados cada uno a su máxima purificación, se convierten en el más fino de los oros.

Después de mucho tiempo de sequía, parece que la tormenta se avecina.

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Cada día hay novedades en la isla como no podría ser de otra manera. Todo, de todo, y siempre renovado. Error pensar que cuantos más ámbitos se exploren más se la conoce. No es cuestión de cantidad, ni de acumulación. Cualquier comarca, en cualquier momento, es el universo completo y lo revela en plenitud. Hoy, esa realidad, se proyecta en su aspecto olímpico. La montaña está repleta de espacios donde practicar el ejercicio al aire libre e igualmente en pabellones acondicionados a tal fin. El Estadio Olímpico, gimnasios, piscinas, pistas de atletismo, campos de fútbol, de rugby, de béisbol, de tenis, y hasta una hípica, un campo de aeromodelismo y otro de tiro al arco.

"Reflejos de Apolo. Deporte y Arqueología en el Mediterráneo antiguo", es el título de la nueva exposición temporal del Museo de Arqueología. El ejercicio físico entendido no como un culto exacerbado al cuerpo sino como un soporte para afinar el alma y entrenar al atleta en el arte de la caza o de la guerra, la sagrada, que consiste en el ataque y la defensa por los mundos verticales en pos de la conquista del Conocimiento. Nada que ver con las pequeñas luchas horizontales donde fuerzas opuestas se desafían e intentan imponerse aniquilando al contrincante.

Eran varias las competiciones de la antigua Grecia en las que los jóvenes atletas se batían. En Olimpia, las Olimpiadas, en honor a Zeus; en Delfos los juegos Pitios, para festejar a Apolo; los Istmicos en Corinto, para honorar a Poseidón, y en Atenas los Panatenaicos con el fin de celebrar a Atenea. Hermes era siempre el patrón de los centros de formación –el gimnasio y la palestra–, y la transmisión de todas sus enseñanzas tenía un carácter verdaderamente iniciático, encaminado a la realización intelectual-espiritual del practicante. El joven postulante se sometía a duras pruebas, recibía instrucción con rigor y disciplina, todo ello en pos de identificar su verdadera dimensión universal y arquetípica. Se buscaba alumbrar al héroe que cada cual portaba dentro, encarnando en la propia piel las gestas de los héroes mitológicos, como la de Heracles, efectivizando de este modo su proceso de deificación. En la competición se ritualizaba de nuevo todo lo vivido, en loor de los dioses, y el atleta se libraba entero, llegando incluso a entregar su vida perentoria para conquistar la gloria de la Inmortalidad.

Las pruebas eran distintas según los lugares y tiempos e incluían tanto la carrera a pie de un estadio completo o dos (stadion y diaulos respectivamente), como la carrera larga denominada dolichos o la carrera de soldados con armadura, que era el hoplitodromos. Otras disciplinas eran el combate (lucha y boxeo), las pruebas ecuestres, y el pentatlón, que comprendía carrera, lucha, lanzamiento de disco, jabalina y salto de longitud.

Todo un nuevo referente para el ciudadano de la isla, que en su conquista olímpica,34 debe ir conjugando el paso a paso con la carrera de fondo, sin desfallecer, batiéndose día a día con todas las potencias universales, que irá nombrando, conjugando y equilibrando, con valor e invocación continua a la Sabiduría, y con la profunda certeza de que es la influencia del rayo del Noûs o Intelecto el que lo aspirará a lo alto, haciéndolo nacer a realidades superiores. Poco confía el atleta en lo meramente humano –sólo en el gesto de la entrega sincera–, y la firme intención de mantenerse orientado hacia la diana. Luego, toda la labor, como la del arquero, es concentrarse en ese centro, ser uno con él, y dejar que la flecha tensada en el arco35 se libere sin esfuerzo y lo penetre directamente.

Nada nuevo hay bajo el sol. Los clientes distinguidos del hotel Miramar se tuestan en las terrazas de sus lujosas habitaciones; unos pocos metros ladera abajo, una mujer con bata roída sentada en el terruño de su miserable barraca se calienta igualmente bajo el mismo sol; y saltando otro pequeño desnivel, las terrazas naturales de la ladera del monte se convierten en el parque colindante al paseo de Montjuïc; zona de recreo para niños y ancianos, paseadores de perros y tribus urbanas de adolescentes. Unas gitanas descalzas están tumbadas en la reseca hierba absorbiendo los mismos rayos, mientras su prole come bocadillos en los columpios oxidados. Pero más allá del astro rey, los dioses del Olimpo llaman a alistarse a las filas de los ejércitos celestes, para recorrer todos los campos de batalla invisibles, hasta alcanzar el corazón-diana de la ciudadela celeste.

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Hay que agarrar esas riendas invisibles que lo conducen a uno por los senderos de la Verdad. Con confianza y determinación. Y estar muy vigilante, pues es fácil salirse de la carretera y derivar por andurriales cenagosos. Guiarse por la Luz –como la emitida por el faro que hay en la ladera sureste del peñón– y ser ese haz luminoso y su principio.

Un poco más adelante, rodeando la cornisa, está el desvío para ir al camposanto de la ciudad, sin rótulo alguno que lo anuncie. "Todo lo que nace muere" y paradójicamente también se dice que "Nada está muerto, Todo está vivo". El cementerio de Montjuïc invita a la meditación y al silencio, a la oración como canto permanente a los númenes, simbolizados por esos cientos de ángeles que recogen alabanzas y las elevan, descendiendo luego trayendo mensajes de otros lares. Huele a flor y a podredumbre. Se descompone lo perecedero y lo inmortal se libera de su cautiverio. Por eso también se lo llama, al cementerio, la Tierra de los Vivos.

Y siempre el símbolo como apoyo para remontarse a ese estado. Hay culturas que a la Tierra de los Vivos la denominan Isla de los Bienaventurados o de los Antepasados míticos o el Oriente Eterno.

Un camino entre palmeras y buganvillas moradas acerca al "Fossar de la Pedrera".36 Escaleras de piedras anchas e irregulares desembocan frente a una barrera de cipreses y columnas de piedra tallada. Otro umbral al que llamar, que se abre a un ámbito mucho más interno, se diría que al círculo de la conciencia más próximo al punto central inmutable.

Dentro, una cantera elíptica, de piedra dorada, con plantas punzantes en sus laderas escarpadas protegiéndola, y en el ruedo, un manto de hierba salpicado de innumerables margaritas cubriendo toda la tierra: la matriz y sus indefinidas semillas.

En el este, mana de la roca un caño de agua cristalina, que se acumula en una piscina repleta de semillas, larvas y raíces: la Fuente de la Vida y la gestación del Cosmos con sus miríadas de seres.

Sobre el estanque, un puente cruza las aguas: la concatenación universal, la unión de todos los planos, y su transmisión a través de la Enseñanza.

Al sur una gruesa y vigorosa palmera, con el tronco envuelto por ramos de flores, y unas lápidas con inscripciones hebreas: la Cábala canta la cosmogonía.

En el flanco norte, pequeñas tallas funerarias a ras de suelo y un compás y una escuadra entrelazados con la letra "G" en el centro: otra rama de la tradición que transmite las verdades eternas.

Una segunda palmera a su vera: el Arbol de la Vida, modelo sintético del Universo, Fénix vegetal que renace de sus cenizas y vehicula la doctrina.

Al oeste, los pedruscos desechados por los constructores: la piedra angular que corona la obra.

La tercera palmera, invisible, es uno mismo, y la segunda y la primera, y la tumba, y la piedra, y el puente y la fuente.

En el centro de la crátera, el arquero es hierofante. Dispara a los cuatro vientos y al Zénit y Nadir. Completamente solo en el corazón del mundo, la hierogamia se realiza. Las aves volando en círculos concéntricos, ensimismamiento. Un estado inviolable e indestructible como el diamante. El Intelecto lo penetra, y aun siendo incomprensible, se experimenta. La Paz Profunda.

Y entonces la obra Alquímica vivida como una reconstrucción del adepto en lo universal37 se invierte, y ya no prima el acento en el ascenso por las gradas de la conciencia, sino su constante conjunción con la proyección de los haces de la Unidad a través de los dioses y los hados que animan el alma del teúrgo, un simple mediador de los indefinidos matices de la Voz y de la Luz.

El árbol con las raíces arraigadas en la tierra y cuyas ramas se expanden hacia el cielo buscando la fuente y el origen primordial deja de verse así invertido, y se revela rotunda su verdadera faz: aquella que lo muestra plantado en el cielo y proyectando sus frutos hacia abajo. Uno y otro no son dos, como no son dos la Isla y el Océano que la envuelve. La Androginia en realidad es unidad.

Uno es la isla y la isla es todo, y el todo es uno.

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En esta senda tan a la intemperie, el calor de la taberna es cobijo transitorio para el peregrino que recorre la invisible geografía de la isla. Curioso el anagrama del mantel, un mandala circular floral, de piedra, con ocho puntos en las ocho direcciones del espacio en su círculo más externo, y luego otros dos círculos concéntricos emanados de un punto central bien destacado. Todo canta un mismo canto de innumerables maneras. Pero nunca el alma se contenta con las estaciones intermedias, y su esencia más osada es impelida sin devaneos hacia su verdadera patria, no ya cósmica, sino supracósmica.

Es de noche. Las dos columnas venecianas rematadas por una pirámide de cobre de base cuadrangular ofrecen la última visión de la ilusión.

La búsqueda de la conjunción

Una avenida de luz se abre como un arco de circunferencia en la oscuridad. Fuentes blancas a lado y lado, cual las largas colas del velo de una novia, flanquean la aproximación a la cúspide; a un nivel superior, y sobre el eje que conecta con el centro, un gran surtidor de aguas policromadas va danzando al son de una música emanada de su seno, y adoptando indefinidas formas, geométricas y volumétricas. Y más arriba todavía, en el punto original desde el que se abre el arco, el gran palacio, radiante, cuya bóveda aparece coronada por rayos de luz blanca que se proyectan hacia el cielo. El negro reabsorbe en su seno toda la manifestación y a su vez la emana constantemente como Luz y Verbo.

El rostro manifestado de la Posibilidad Universal no deja de emitir símbolos visibles sobre su gran pantalla de proyección multidimensional. Y del otro lado, la faz inmanifestada, oscura y misteriosa permanece oculta. Pero desde la conciencia de no-dualidad lo inabarcable puede ser penetrado.

Primer Interludio, la fuente en el claro del bosque

En medio de la fronda se abre un espacio luminoso y circular, y en un punto periférico colindante con un cauce casi seco, un arco de piedras esconde el surtidor de la fuente. El mar vegetal que se ha atravesado hasta alcanzar este remanso es una versión forestal de la jungla urbana cruzada para llegar a la isla.

La alquimia interna que se ha ido vivenciando con el soporte del paisaje de Montjuïc, encuentra también en la simbólica del bosque un soporte para efectivizarse. El alquimista trabaja en labores sumamente peligrosas. Los metales liberan gases de una toxicidad tremenda en los largos procesos transmutatorios, residuos psíquicos a veces letales. Dicen los auténticos operantes del Arte que hay que librarse todo entero, y renacer una y otra vez de las cenizas en la más absoluta intimidad: "La idea, aunque parezca ingenua, es la de abandonarlo todo y dedicarnos a la búsqueda de la verdad. Por una parte, nos quedamos sin nada y no lo aceptamos. Por la otra, es lo único que nos ha interesado jamás y lo que dejamos en el camino no es sino un vestido imaginado..."38

Como esta maleza espinosa y enredada, todavía son incontables los lazos fuertemente atados que se resisten a ser desanudados: la yegua relincha, el necio maquina maldades, lo individual se cree; lo peor aflora, y se estaría tentado de esquivar ese rostro horrible, repleto de máculas y secreciones, humores y pústulas que hervidas en el caldero de la mente pueden llegar a contaminarlo todo. Pero por el camino boscoso se han encontrado rastros de la lenta transmutación, hojas secas, ramas quebradas y en descomposición, excrementos de animales, pieles de serpiente, despojos de pequeños roedores, y en otro nivel más alto siempre acompañando el canto de los pájaros para sustraer al alma de los bajos corredores y elevarla a esas estancias más aéreas y universales. Afortunadamente, los compartimentos del athanor no son estancos, tienen pequeñas aberturas, ventanas y chimeneas por donde escapan los gases rarificados, y así el repelente monstruo va mudando la escamosa piel y deja entrever otra faz de sí mismo más domada, presta a entregarse a nuevos procesos de desbastado.

Recuperar en un instante las alas perdidas, y emprender esos vuelos aéreos tan secretos y conocidos por las aves mensajeras. Comenta el sabio que nunca se encuentran los cadáveres de los pájaros, como si jamás perecieran, o bien que al ser arrebatados hacia el cielo se volatilizaran sus residuos sirviendo de alimento a otras entidades invisibles, tal como el canto de las aves es un nutriente para el alma del hombre, un símbolo de la dimensión trascendente del lenguaje; el lenguaje como poderoso vehículo generador, transformador y elevador.

Y tener siempre presente que en este largo proceso alquímico no hay que fiarse ni un pelo del ser humano en sí, de ese ser tan veleidoso y abierto al influjo de todos los vaivenes relativos que con demasiada frecuencia lo empujan y fijan a lo bajo, hoy más que nunca. Esta tremenda trampa debe ser nítidamente fotografiada, pues tiende a replicarse adoptando indefinidas formas. Pero llega un momento que ya no engaña y hastiados de reiterar en un mismo nivel se busca, se provoca, se experimenta la catarsis purificadora y conductora a otro eslabón olvidado de la conciencia.

Voltear la atención y dirigirla a lo central; hacia esa piedra inmóvil de la que mana la fuente, aunque sólo sea gota a gota. Un roce invisible provoca la fisura, fulminante, y sitúa en una ubicuidad simultánea. Es en este cobijo matricial intemporal donde siempre se han vivido los ritos de la muerte, fecundación y regeneración del universo.

En esta isla en medio del bosque el gesto es tan sincero y simple como sentarse sobre la roca y dejarse inseminar por el agua primordial. Cesar de actuar, de pensar, de contrastar; abandonar lo imaginado, y permitir que el fluido espermático de las palabras significativas y significantes penetre por los poros, circule por todos los rincones y vaya nombrando la geografía visible e invisible del organismo cósmico. Que con la voz de "vertical" se ilumine el eje diamantino entorno al cual se producen todas las revoluciones del mundo; que a la voz "horizontal" se torne consciente la yuxtaposición de todos los eslabones de la conciencia; ésta, como receptiva y femenina, y el verbo como el principio masculino y activo, reunidos en el coito permanente de un solo ser andrógino. Y como el fundido de una cámara que ha grabado las simultáneas uniones en los innumerables mundos imaginables e inimaginables, todo se repliega en un punto que absorbe la luz de cada plano. Un punto, lo más pequeño y poderoso, el centro y cúspide de la isla. Máxima concentración en lo mínimo; los opuestos coinciden. Cielo y Tierra se cierran en la serpiente Uroboros.

La fuente en el claro del bosque

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NOTAS

20  Para penetrar la esencia del verdadero Arte, ver el libro de Federico González, Simbolismo y Arte. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004.

21  El MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña), el Museo Arqueológico, el Museo Etnológico, el Museu Olímpic de l'Esport, la Fundación Miró, CaixaForum y el Museo Militar, con una curiosa sala en la que se exponen los elementos judíos que se han encontrado en la montaña.

22  Cada uno de estos símbolos tienen importantes significaciones desde el punto de vista de la Ciencia Sagrada, y son portadores de unas energías que cobran vida en el interior del ser humano, que puede así conocerse a sí mismo.

23  Animal asociado al rayo, y por tanto a la luz y a la fecundación espiritual.

24  Entre sus muchas significaciones el perro es psicopompos, guardián de encrucijadas y se relaciona igualmente con el fuego que se dice robó, ya sea al cielo o al interior de la tierra, transportándolo en su rabo como una antorcha, y donándolo luego a los hombres. Es también deidad ctónica, vinculada con la sexualidad, la fuerza vital y el alimento espiritual, al igual que sucede con los lobos.

25  Las flores tienen también importancia desde el punto de vista sagrado, siendo un símbolo del principio femenino y receptivo del ser así como del centro en torno al cual se despliega todo el cosmos, expresado por la apertura de los pétalos. Además, ellas albergan las semillas que darán origen a nuevos ciclos de manifestación. El loto es una de las flores sagradas por excelencia en Oriente, como aquí en Occidente es la rosa.

26  Ver Federico González, Las Utopías Renacentistas, op. cit.

27  El rayo simboliza el descenso de la influencia espiritual, del fuego celeste. Se complementa con el símbolo del trueno que trae la lluvia, luego el agua, con lo cual se aprecia la conjunción de los opuestos. Es también el arma de la deidad, con la que fecunda espiritualmente, fulminando además lo desechable. Se asocia tanto a la Luz como al Verbo y al Intelecto.

28  Diosa vinculada a la noche y la luna, a la caza y a todo lo cíclico. Se dice que es virgen y porta siempre un arco y un carcaj con flechas.

29  Son ceramistas y alfareros, tejedores, joyeros, talladores de madera, luthiers, curtidores, etc., etc.

30  Fuego, Tierra, Aire y Agua, gobernados por el principio masculino (asimilado en la Alquimia al Azufre), el femenino (a Mercurio) y el neutro (a la Sal).

31  Recordar que Pitágoras descubrió las armonías matemáticas del universo al escuchar el martilleo de unos forjadores, lo que se conoce como la música de las esferas.

32  Fragmento de la "Tabla de Esmeralda" extraído de Hermes y Barcelona. Ed. Mediterrània, Barcelona, 2004, pág. 5.

33  Como las diez sefiroth del Arbol de la Vida cabalístico.

34  El Olimpo es también un estado de la conciencia, el que simboliza la deificación, la plena realización de la unidad en todos los planos del mundo intermediario (del Alma) y la vivencia del ser en sí mismo reunido en su Principio.

35  El arco simboliza la unión del cielo y la tierra a través del eje de la cuerda. La flecha es el hombre que pretende atravesar el centro, y lo hace en la medida que él ya se ha identificado con ese centro, por lo que la flecha no hace sino representar lo que ya ha realizado.

36  Su traducción es "Foso de la Cantera".

37  Este es el proceso de la deificación.

38  Federico González, En el vientre de la ballena. Textos alquímicos. Editorial Obelisco, Barcelona, 1990, pág. 32.

 
     
 

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