IR SHEL OR MARIANELLA ALONZO ALVAREZ A Lydia, La fogata ardía en la orilla de la playa. Malén Lozáh hacía dibujos en la arena sentado en un tronco. Su mente estaba lejos de allí. Dirigía su mirada al cielo, contemplaba las estrellas y volvía sobre los trazos que hacía con una rama. Sin darse cuenta, había esbozado los símbolos de los siete cuerpos celestes:
Aún distraído, dibujó más abajo el símbolo de la Tierra: Contempló el diseño y sonrió. – Vayamos ya a descansar. Mañana tenemos mucho por hacer –dijo tras él Sethis Hávigus, su hermano. Malén Lozáh, sin quitar la vista del dibujo, expresó: – Y esto es sólo una parte… Aún hay mucho más… – Vamos, Malén –insistió Sethis– Deja ya de jugar con la arena. – Esta es la Tierra, hermano –dijo entonces Malén– Nuestro hogar… Con la rama, señaló el símbolo correspondiente. Sethis Hávigus rió de buena gana y arrancándosela de la mano a Malén, trazó con ella una línea sobre el dibujo, diciendo: – Ya basta. Es hora de dormir. Malén se puso en pie y lo miró con expresión severa. – ¿Qué? ¿Qué ocurre? –preguntó Sethis extrañado. El hermano apuntó hacia el suelo. El símbolo había quedado así: Malén Lozáh exclamó: – Mira lo que has hecho: ¡has dividido al mundo! * CAPÍTULO UNO (De los Textos Sagrados de Alejandría) EL UNIVERSO Y LA TIERRA “En el principio, era Dios. En la nada y en el todo. Sólo Él, inabarcable, Causa Primigenia de todas las cosas, creadas e increadas. Y Dios expulsó de sí mismo una parte. Y la contraparte de ésta. La oscuridad y la luz. La oscuridad se expandió y la luz la hendió. Un gigantesco estallido y millones de partículas volaron y llenaron el espacio. Y del Caos, sobre el cual no había puesto aún Su mano, surgió el Cosmos, también como su contraparte. Nacieron las estrellas y ardían, se consumían o explotaban. Y del polvo de estrellas, de sus elementos, nacían los planetas. Los siete cuerpos celestes que nos atañen y los muchos otros que no sabremos. Y la Tierra, bañada de luz por un lado, de oscuridad por el otro, girando eterna en perfecta armonía, siguió siendo salpicada por el polvo, y sacudida, y reordenada. Se formó la corteza terrestre, se calentó, y de sus humaredas surgió vapor. Y del vapor las lluvias que originaron los océanos. El Sol y la Luna, en su cíclico transitar, delimitaron los números del tiempo. Ahora había días y noches. Millones de años transcurrieron hasta que la tierra se aclimató. Y surgieron las primeras criaturas del mar. Muchas buscaron la tierra y se expandieron, mutando y adaptándose a su nuevo hábitat. Otras, permanecieron en las aguas e igualmente se expandieron. Y otros millones de años transcurrieron, armonizando la tierra con el Cosmos. Tierra, fuego, agua y aire conforman ahora el Hogar, el Gran Techo que cobijará a los hijos del Uno, del Supremo Creador, que de sí mismo hizo manar la esencia de la Vida. Finalmente, con los cuatro elementos y el Egrégor 1, Soberano Vigía de lo habido y lo por haber, la Tierra estaba lista para recibir a la Creación Suprema: el Hombre.” DOS HOMBRES Y UNA MUJER “La tierra estaba abonada para recibir la semilla. Del polvo de la tierra, Dios creó al ser humano, a su imagen y semejanza. El primero, Malén Lozáh; el segundo, Sethis Hávigus; y la tercera, Zaras Keláh. Todos salidos de la mano de Dios. Todos perfectos y hermosos. Sobre ellos puso Su mano y los formó. En sus narices sopló el aliento de vida y los animó. Tocó con Su dedo la frente de cada uno y les concedió la luz del pensamiento. Luego tocó sus corazones y les inoculó el amor infinito. Entonces tocó sus almas y los convirtió en dioses, similares a Él. Los hizo inmortales y los llamó “Mis hijos”. Los confió a las Jerarquías Celestes para iniciarlos en los misterios del Universo, obsequiarlos con la sabiduría y dotarlos del poder de la creación. “Los hijos varones, Malén Lozáh y Sethis Hávigus, que vienen del cielo porque vienen de Dios, posarán sus plantas sobre esta tierra que desde ahora es santa; y en ella regarán su semilla y procrearán los hijos infinitos, porque así Dios lo ha dispuesto. “La hembra, Zaras Keláh, que viene del cielo porque viene de Dios, recibirá en su vientre la semilla y la acarreará hasta el tiempo previsto para su alumbramiento, dando origen a los hijos benditos, porque así Dios lo ha dispuesto. “Después de haber sido instruidos por las Jerarquías Celestes en las siete Ciencias y las siete Artes, los hijos varones deberán enfrentar las pruebas del Laberinto de la Hagia Kyria 2, donde esperará la hembra la llegada del Elegido; atravesar las siete puertas y las siete galerías y culminar así la iniciación en los misterios sagrados. Aquel que supere las siete proezas, será El Elegido, el protegido por Dios para expandir su linaje. Aquel que no lograre alcanzar a la Santa Señora, estará sometido a la voluntad del Elegido y será éste quien regirá su destino, porque así Dios lo ha dispuesto. “Sólo uno logrará superar las siete y sólo él alcanzará la Santa Sophía 3, la divina sabiduría que proporcionará la Gran Señora que habrá de unirse a él en Hieros Gamos 4 para cumplir su misión, fundiendo lo masculino y lo femenino. Sólo así el mundo entrará en equilibrio. Sólo así será acatada la palabra de Dios. “Por el bien de la futura descendencia, por la evolución espiritual del hombre y por la armonía entre los reinos celeste y terrestre, al Padre Eterno de todas las cosas nos acogemos. Pax Mundi 5.” 1 Entidad inmaterial que vigila o preside sobre algún acontecimiento terrestre o una colectividad. 2 Santa Señora, en griego. 3 Sophía: sabiduría en griego. 4 Bodas Sagradas, en griego. 5 Paz del Mundo, en latín. |
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