Marginalia. Novela desconocida - Contracultura - Literatura Marginal

EL LIBRO DEL SOÑAR
Y
EL ENSAYO DE LA MUERTE

Gianella Galo
 

V

QUINta Etapa / QUINTO ritmo

 

Etapa andina en ritmo de 3x4

Introducción a la última etapa

 

Cuando Alicia P. leyó la Etapa Andina, me hizo notar que hubo un corte abrupto con respecto a las primeras etapas.

Dijo que en esta parte hay un mayor vuelco al ámbito personal.

Así, que volví a releerlo todo, y concluí, que debo aclarar algunos puntos para que se pueda ver con claridad la trama que subyace, y que es la misma de toda la reflexión, como no podía ser de otra manera.

Es verdad que hay una mayor exposición de la intimidad o realidad que estoy viviendo, mientras que en las otras etapas se sugería la propia vivencia, en esta etapa se torna explícita.

En este ritmo devino el tiempo de vivenciar todo aquello sobre lo que venimos hablando, se tornó una recreación, una experiencia.

Ya no es una teoría, es la constatación de lo vertido en el texto. Hay que probar para aprobar. Comencemos por recordar, que en la definición del término Método, se hablaba de una búsqueda, de un viaje, un éxodo del lugar y del sí mismo.
En este caso el viaje que surgió me llevaría a encontrar el conocimiento que faltaba
sobre el mundo del soñar y sobre mi Ser.

Hasta que todo sucedió no había pensado en ese desenlace y en el partir.

La sucesión de los ciclos estaba ocurriéndome.

Contracción-disolución.
Día-Noche.
Vigilia-sueño.
Vida-muerte.
Entrada-salida.
Ascenso-descenso.
Adentro-afuera.
Frío-calor.
Arriba-abajo.
Interior-exterior.
Alegría-tristeza.

Al fin y al cabo enlaces-desenlaces.

Y la Tempestad está en su apoteosis…

Si están siguiendo con atención este cuento reflexión, intuyen que se está tramando algo.

En esta etapa, primero tuve que volar para encontrar la montaña, luego subirla para de ese modo poder mirar lejos pero muy dentro, en ese estado sitio encontré los eslabones dispersos que me faltaban.

Eslabones, o lazadas, nudos que la madre celeste María está hilando sobre esta nodriza terrestre (Pachamama) uniendo como tejedora los sueños que Dios marca.

Y así es, fue y será, y como en todo cuento que se precie de tal hubo alegrías, sufrimientos, llantos, esperanzas, pérdidas, encuentros y desencuentros.

Así que me presté (a veces consciente y las más inconscientemente) a lo necesario para que el mí misma aflorara. Y como se anuncia en el título de este capítulo, esta etapa me llevó muy lejos, por un lado desde el punto de vista
geográfico y por otro a los extremos de mi Ser (si es que los tiene).

Ser que me une al Ser mayúsculo, para vivenciar que nada hay afuera que no esté adentro y que nada está separado de la unidad.

Veamos ahora cómo empezó esta etapa.

Se partió mi vida afectiva, me quebré emocional, psíquica y también me traumaticé físicamente.

Para sobrellevar este ritmo y los quebrantos que aparecieron, surgió en mi interior un impulso de partida tal que me fui de mi país, obvio de mi hogar y de mi lugar, con todo lo que ello encierra.

Ese dolor lacerante empezaba en el corazón y se deslizaba peligrosamente a mi alma, con el riesgo de querer quedarse allí instalado.

Así, que sin pensar demasiado, con el resto que quedaba entero, arrié velas y volé…

Y es como en cualquier historia, me pasó de todo. Solo espero que como en los cuento de hadas el final sea feliz.

Y bien, partí.

Llegué al norte de Chile (¿buscando un norte, quizás?), vivo en el sur en el Uruguay o sea empecé a trepar, ¿y a dónde? Pues al desierto. Les advierto que es necesario ir al desierto, hay mucha literatura sobre ello pero nada como ir, y sobre todo cuando te atraviesa el dolor y las aguas de la tristeza amenazan ahogarte.

Como desierto, calienta y retira las aguas evaporándolas, permitiendo ver el fondo y lo que yace en él.

Este desierto es particular, ya que está lleno de salares.

Y en verdad necesitaba encontrar la sal-sentido de todo lo que estaba ocurriendo,

a la vez que debía recuperar el sabor en mi vida.

Llegué destruida padeciendo una intensa descompostura que me provocó un estado de debilitamiento que propició un apunamiento o sorope durísimo (pero bueno está aquel refrán que dice: “lo que no te mata, te fortalece”).

El lugar al que llegué es un oasis a 2700 metros de altura, llamado San Pedro de Atacama,

la excusa para elegir ese lugar fue una zanahoria que Dios me puso (el famoso Museo del padre Le Paige).

No obviando nada, noté que en el nombre del lugar San Pedro, (petra, cefas) aparece nuevamente la piedra, piedra que estará presente a partir de ahí hasta el fin del viaje. Piedra oculta en uno mismo, encontrarla fuera es ubicarla dentro.

Tampoco pude olvidar que San Pedro porta las llaves, que sirven para abrir los reinos. (Evangelio de San Mateo, capítulo 16, versículo 19: “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos”).

Nuevamente, como en el viaje que anteriormente hice a Brasil, debía llegar a las marejadas profundas, llegar a mi fondo, a lo más oculto e inesperado de mi Ser y que, cual proceso alquímico,
de la vía húmeda debería pasar a la vía seca.
Secar en el proceso mis distintos humores.

San Pedro está cerca de un océano cuyo nombre es Pacífico, (okeanos), vimos en otra etapa que el océano es un vortificador natural, pero que vortifica para obtener la paz, y este océano se llama “Pacífico”.

Fuego, fueron cinco días de fuego, para tornar en ceniza lo que ya no debía estar.
El tránsito de no tener apego a nada, ni a nadie.

En ese lugar de temperaturas extremas y de desierto, atravesé el desierto con una criatura de gran belleza externa e interna que es la Llama o Sila (fui llamada hacia ella y por el contacto con ella quemada).

Realicé externa e internamente el camino ancestral del desierto de la comunidad Likant-Antay.
Me salió al paso un Yaitiri, Carlos y su esposa Sandra, quienes me guiaron en el desierto y enseñaron lo que había venido a buscar en el Museo y ya no estaba.

Este proceso empezó en Uruguay. Me llevó a Chile, a ese lugar Norte y a la vez Oeste, cerca del Océano Pacífico a sanar, solo que antes debía morir. Y no he sido la única que vino a morir aquí, ya que en la aldea (Ayllu) llamada Cuyo (centro), venían desde tiempos inmemoriales y de lejanas distancias a ser enterrados, porque desde aquí se partía hacia un lugar del cosmos donde está nuestro origen.

Viaje del alma peregrina, en un retorno asegurado al centro en el Padre. En toda esa peregrinación, comencé a darme cuenta de que había símbolos que se repetían: la piedra, el desierto, la montaña, la cruz, el sol.

Emblema de trayectoria solar, y de soledad necesaria. Ruta del Sol, hacia el Oeste, Uruguay porta en su bandera la imagen del Sol en el ángulo superior izquierdo siendo su diseño Incaico. Así que fue un viaje hacia el ángulo superior izquierdo u Oeste, hacia una diagonal del mundo por la ruta del Sol, porque ahí va a morir el Sol y es ahí también donde comienza su renacer.

El alma retiene en su memoria el nacimiento en esa zona de una humanidad antigua que casi se nos olvida y que vio salir al sol allí por primera vez.

El alma reconoce su origen y su destino ya que oye al espíritu que nos habita y ella me llevó al origen Solar de la cultura madre de la Cruz del Sur.

Volviendo a Uruguay (es el único país que tiene como nombre una dirección cardinal el Este, o sea que somos la nación Oriental).

Con Argentina compartimos como ángel custodio de nuestras naciones al arcángel Uriel.
Su nombre significa fuego y luz de Dios, simboliza al Sol,
Y tiene asociado por ley de Simpatía, plantas, piedras, metales, etc. Su metal asociado es el Cobre.

Para llegar a San Pedro de Atacama,55 volé desde Montevideo primero a Santiago, saben que Santiago apóstol es patrono de viajeros y estudiantes, su ruta es famosa, termina en España en un fin de tierra, Finisterre (quizás marca en ese punto el recuerdo de un camino que se sepultó en el océano) camino que quedó marcado en el cielo.
La providencia dispuso que primero marchara a Santiago de Chile y desde allí volara sobre la Cordillera Real de los Andes a mi primer destino.

Llegando al aeródromo de Calama (calma, alma, lama, malaca, mala, cala, jueguen con las letras y verán otras realidades) en la salida, veo un cartel que dice: “Bienvenidos a la tierra del Sol y el Cobre” (y la sal, agregué). ¡Vaya!, Volé tan lejos para seguir al Sol y solar propio.

¡Maravillas, solo maravillas!

Durante el vuelo oí que los pasajeros hablaban entre sí de sus sueños y me cuestionaba a mí misma por qué lo hacían.

Mientras escuchaba los comentarios que hacían las personas sobre los sueños, abrí una revista que promocionaba distintos puntos turísticos de Chile, y allí aparecía un anuncio que parecía indicar lo correcto de la decisión de ir a San Pedro de Atacama, leo que en el museo Le Paigé, habría una conferencia sobre:
“Atacama la grande, Sueños Ancestrales del pueblo Andino”.
La alegría que sentí, era como si el mundo invisible se hubiera asomado y me dijera: “sigue, que va todo bien”.
Aquí comienzo a recoger en muchos planos el sentido que daban nuestros Pueblos Americanos a los sueños en sí y al mundo del soñar.

A medida que profundizaba en esos conocimientos de nuestros Pueblos Americanos me di cuenta de que no existía dicotomía con las otras tradiciones sobre el sueño, su importancia y su ubicación en la cotidianeidad.

El aprendizaje más importante fue que esa Cultura Madre-Ancestral y Solar de la Cruz del Sur; permítanme que la llame así (nombre que no fue inventado por mí), dejó sus creencias, mitos, historia, guardadas, grabadas en las piedras, en los monumentos, estelas, paisajes modificados, ciclópeas estructuras,
textiles, cerámicas, música, instrumentos y sueños.

Recibí un aprendizaje acelerado para abrir mis sentidos interna y externamente, para agudizar el alma, para poder volar con el espíritu, a fin de oír y ver lo que me estaban contando.

El vértigo en que me sumí, fue el costo físico para vortificar y abrir los canales de mi interior a la mayor experiencia sensorial y del alma que he tenido. Había que abrirme un gran boquete para lograr ascender planos. Para que pudiera percibir en esa exteriorización majestuosa de su geografía y de la piedra el anuncio a gritos de una civilización que poseía una sutilidad espiritual tan desarrollada que la dejó grabada en todo tipo de materia. Logrando así que perdurara su recuerdo, permitiendo por medio de esos testimonios que quedaron, atravesar los tiempos despertando la memoria y así llegar a descubrir su mundo por medio del espíritu que es perenne.

Para ello, tenía que estar sola, soportando el dolor del corazón que resquebrajaría mi rigidez, limpiando por medio del llanto mi interior.

 

*

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Notas

55 Atacama: Gran Confín, o hasta dónde alcanza la vista (el origen de la palabra está en la lengua panandina).

 

 

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